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miércoles, 16 de julio de 2014

¿Qué es la masconatomanía?

La masconatomanía es la denominación del inusitado fenómeno de querer ser un masconato, querer ser amigo de un masconato, presumir de conocer a un masconato, o, simplemente, perseguir a un masconato. Si bien este fenómeno es, en parte, comprensible y razonable, a veces llega a alcanzar tintes psicopatológicos que perturban gravemente el comportamiento habitual de la persona, pues pueden llegar a manifestar rasgos obsesivos y compulsivos, pasando a tomar forma de saliencia o centralidad para explicar el resto de su conducta.

Si bien la masconatomanía tuvo su origen en el propio IES Las Salinas, desde éste se extendió en pocas horas por el barrio de La Ardila; en pocos días alcanzó a San Fernando entero, y a la semana ocupaba ya toda la Bahía (con focos muy floridos en Chiclana). A Australia tardó un mes en llegar, pero no se libraron.

¿Tiene cura la masconatomanía? Difícilmente.  D. Franciso Alonso Fernández, catedrático emérito de Psiquiatría en la Universidad Complutense, en el capítulo Aberraciones sexuales de la décima edición de su obra Fundamentos de la Psiquiatría Actual, lo pone muy claro: “No hay nada que hacer sino asumirlo como una forma de ser anclada en el fondo endotímico vital del sujeto; a pesar de ser un trastorno adquirido resulta del todo improbable que la modificación de conducta o el tratamiento psicofarmacológico sirvan para algo.” Y, más adelante, en las conclusiones del mismo capítulo encontramos una sincera confesión: “No obstante, no todo es negativo. La masconatomanía puede llegar a hacer feliz al paciente que la padece. Sin ir más lejos, yo mismo la he padecido; ni me avergüenza ni me arrepiento de padecerla ya que me ha servido, entre otras cosas, para empezar a revisar el campo de la psicopatología y, posiblemente, añadir un nuevo capítulo sobre trastornos felices y encomiables.”

¿Cómo se manifiesta la masconatomanía? ¿Cuáles son sus primeros síntomas? Se manifiesta de modo agudo y se instala como reacción, primero, y proceso, inmediatamente. Sus síntomas son evidentes aun que no patognómónicos, por lo que habrá que establecer un diagnóstico diferencial con otras situaciones morbosas (como la rabia, el tétanos, la acatisia motora, el vampirismo o la licantropía). Es condición sine qua non que el individuo haya sufrido un contacto (in vivo, in vitro o en imaginación, da igual) con el mundo masconato (de no ser así hay que descartar la masconatomanía y sospechar rabia, tétanos, acatisia motora, vampirismo o licantropía). Suele empezar por la sensación subjetiva de tener que levantarse de donde se está sentado y salir corriendo en pos de algún objeto masconato presente o imaginado en ese momento. Dicho objeto puede ser un componente de la banda Los Masconatos o, simplemente, algún objeto material relacionado con ella. Un caso muy típico es presentado a continuación, descrito por el propio paciente:

            Soy profesor en el IES Las Salinas. Había reunión del claustro y me senté en la última fila porque estaba muy interesado y me gusta hacer las cosas bien. Justo en el instante en que la lectura del acta de la sesión anterior, a cargo del Secretario, alcanzaba el momento más emocionante (la estadística sobre los resultados de la prueba de diagnóstico), noté una extraña sensación en el bajo vientre, por debajo del ombligo. Empezó como un retortijón pero dirigido desde mi barriga hacia mi garganta y hacia mis cuerdas vocales que ya, por entonces, habían tomado el mando de mi organismo. Grité, desaforado, mientras me levantaba de mi asiento y daba unos pasos adelante: “¡Yo! ¡Yo! ¡Yo también! ¡Yo también quiero ser un masconato!” A continuación, y antes de que nadie pudiera detenerme, me abalancé sobre la puerta y salí corriendo, mientras me iba desabrochando la correa del pantalón.  Sin darme cuenta, en pocos segundos, y ante la sorpresa de los conserjes, que vieron como atravesaba medio desnudo el vestíbulo hacia la zona de los servicios, llegué al retrete de la izquierda. Justo a tiempo. Me alivié y caí en la cuenta de lo ocurrido. Reflexioné y deduje que todo se debía a que ese mediodía había tomado en un bar cercano al IES unas tapitas de boquerones en vinagre en compañía de dos de los Masconatos. Sin duda, la emoción de compartir comida con ellos me había superado. Desde entonces padezco la masconatomanía, y no me importa.

Una forma bastante común del padecimiento es la de presumir de conocer a un masconato. Es muy común, y se suele producir en tertulias espontáneas o charlas intrascendentes (en el recreo, en la sala de profesores, en el ascensor…). Se caracteriza porque el paciente, de pronto, da un brusco giro al tema de la conversación que se había establecido, lo que provoca gran desazón y desconcierto entre los presentes. El caso real, presentado a continuación por una testigo, ilustra bastante esta forma del trastorno.

Estábamos un grupo de compañeros (profesores/as) desayunando en el bar, a la hora del recreo. Ocupábamos unas cuantas mesas y las habíamos juntado, como hacemos habitualmente. Habíamos pedido distintos tipos de café (con leche, descafeinado, con leche desnatada, americano…), y distintas tostadas (media, entera, con tomate, con foie…). El tema del día era la goleada de Holanda a España y el choteo que se traían las compañeras con los futboleros. Ante la escasa importancia que las profesoras daban al fracaso de la selección española, de forma inesperada, se levantó de su silla el profesor X (no lo menciono por su nombre para no identificarlo), muy alterado, gritando, apartando el café y las tostadas, y dirigiéndose a todas: ”¿Y vosotras? ¿Y vosotras? ¡No tenéis ni puta idea de fútbol, ni conocéis a ningún masconato! ¡Yo! ¡Yo, sí!” Se alejó corriendo casi a cuatro patas, emitiendo sonidos como de perro, desabrochándose la camisa y descubriendo un torso muy poblado. Todos se apartaban atemorizados a su paso. Lo último que le escuché mientras salía del bar fue “¿Dónde está el Director? ¿Dónde? ¡Que él tampoco! ¡Él tampoco conoce a ninguno!”   El resto ya lo saben todos. Llegó la ambulancia a la vez que el servicio de recogida de animales y lo redujeron en el despacho del Orientador. Va a estar todo el mes de baja, hasta la siguiente luna llena.

Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud, actualmente, padece masconatomanía un ocho por ciento de la población mundial. Las naciones más afectadas son, por este orden, China (prácticamente el 30% de la población la padece), Australia (50% de afectados), Turquía (40%) y, lógicamente, España (35%). En el caso español, hay tres focos especialmente virulentos: San Fernando (70%), Lepe (90%) y Fernan Núñez (100%, si no contamos al alcalde).



Aparte de los terribles casos anteriormente comentados del IES Las Salinas, se han producido en este centro educativo casos más benignos y felices. Son aquellas personas que, teniendo la oportunidad de haber conocido a los Masconatos, se benefician directamente de su amistad. Estas personas no sólo no sufren, sino que gozan de su masconatomanía, y disfrutan acudiendo a sus conciertos e incluso a sus ensayos. Son los Amigos de los Masconatos. Eso sí, como comentan los propios Masconatos, "podrían traer bocadillos".




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