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lunes, 29 de diciembre de 2014

EL MARCIANO DE LAS CANTERAS, una película del Círculo Masconato.


Ya está aquí. Por fin podemos disfrutar de esta producción cinematográfica del año 2013, realizada por LA CARRACA, productora artística de la sección LAISLADEPUENTE del Círculo Masconato. 

Desde el momento de su nacimiento -e incluso desde el propio rodaje- se podía adivinar que iba a convertirse en un clásico del séptimo arte. Sin duda, estamos ante una obra tan monumental como difícil de entender. Aunque su acogida fuera indiscutible entre los componentes del Círculo y los entendidos cercanos al mismo, hay que reconocer que para gran parte de la crítica llegó a pasar desapercibida. No nos engañemos: no estamos ante un producto fácil. El dramatismo del guión original no es pieza de fácil digestión, así que los espíritus demasiado sensibles (románticos excesivos) están advertidos. No hay concesiones a la galería, miradas lánguidas o baladas al uso. No. Esto es un producto enmarcado en el recientemente inaugurado -por la propia productora- naturalismo literal. El naturalismo literal va mucho más allá de las infantiles propuestas del movimiento Dogma danés, y encuentra sus raíces en el minimalismo y en el arte corporativo que surgieron al final de la década de los años ochenta del pasado siglo.

El naturalismo literal obliga a que los actores tengan realmente un papel. Nada de metáforas ni engañifas. Su papel es innegable y real. El papel, siempre el papel. El papel de sus vidas, podríamos decir. La interpretación resulta así una suerte de recitado sentencioso y ordenado, al compás de un escondido ritmo que cascabelea en la mente del público. 

Por otra parte, el naturalismo literal del sonido. Sonido real, fuso-confuso, con iteraciones de ecos ambientales y reverberaciones silábicas, fruto de un disciplinado y trabajo de interpretación (para las palabras) y/o de ambiente apropiado (para la puesta en escena).

Y las caracterizaciones. ¿Por qué unas veces un actor es barbilampiño y a la siguiente escena luce una barba digna de George Harrison recién separado de los otros tres? Pues por eso: por el naturalismo literal. Es decir: ¿por qué no? ¿qué sabemos en realidad de la fisiología pilosa? Siglos de timos a base de distintos crecepelos quedan puestos en evidencia (o denunciados) aquí y ahora. Creemos que lo sabemos todo, pero hacen falta productos como éste para sentir la desnudez de nuestra sabiduría.

Y el remate del tomate: hay quien dice no haber entendido la obra y que, sin duda, las respuestas estarán en una segunda parte o que habrá que esperar a la versión del director. ¿Ingenuos genéticos o productos Logse? ¿Qué más da? Así, podremos convenir que la película es de culto y, por lo tanto, reservada a mentes privilegiadas. Recuerden: Scientia est cellare scientiam.

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